Historias de familias

ÍNDICE:

  1. Familia Burgos Muñoz
  2. Familia Burgos Montilla
  3. Familia Burgos Corpas
  4. Familia Burgos Marín
  5. Familia Burgos Casado
  6. Familia Burgos Ordóñez
  7. Familia de Manuel Miguel Burgos Serrano


1. FAMILIA BURGOS MUÑOZ

Pronto se van a cumplir 88 años que nací cerca de la famosa Fuente del Rey en Priego de Córdoba. Mis padres eran José Burgos Muñoz y Aurora Serrano Villena y mis abuelos paternos, José Burgos Miranda de Priego y Concepción Muñoz Burgos de Castil de Campos. Eran primos hermanos y vivían a unos cien metros de mi casa. A mi abuelo José no le conocí pues murió antes de que yo naciera, pero sí a mi abuela Concepción que disfrutó mucho conmigo por ser el primer nieto, ya que mi padre era el mayor de sus cuatro hijos, y los otros tres, María Rocío, Trinidad y Antonio, eran mucho más pequeños y Rocío quedó soltera, Trinidad tuvo una hija y se murió joven y Antonio si tuvo cinco hijos, pero mi abuela era ya muy mayor y los conoció poco.

Volviendo a mi padre, que se casó con 30 años, ya que tuvo una milicia muy larga con la guerra de Marruecos y desde muy joven tuvo que encargarse del trabajo de las fincas de los dos abuelos, y se le presentó una oportunidad para cambiar de trabajo cuando una tarde fue a la barbería y le dijo el barbero que en el periódico que tenía sobre la mesa había una noticia que quizás le interesara t era que el Gobierno de la Nación proponía a los que habían estado en la guerra de Marruecos podían solicitar un trabajo en alguno de los Ministerios del Estado, cosa que le agradó a mi padre pero creía que no sería posibles al estar encargado del trabajo de las fincas, pero al contárselo a mi madre le dijo ella que "por el niño" que era yo debía hacerlo para que no tuviera el trabajo del campo, como ocurría en aquellos tiempos. Después de pensarlo bien se decidió mi padre a solicitarlo y le vino aprobado para Correos, pero tendría que ser en Bilbao con la consiguiente pena para mi abuela Concepción y mis tías. Pero en realidad fue otra obra de la divina Providencia en mi vida porque fue el modo para que yo pudiese estudiar el Bachillerato y después el Señor me llamó al sacerdocio, porque mi padre al año de estar en Bilbao pudo cambiar de trabajo, pasando como bedel a la facultad de Veterinaria en Córdoba, después al Instituto de 2ª enseñanza de Aguilar y Eslava de Cabra (Córdoba).

Mientras tanto nacieron mis dos hermanos: Julián y Aurora. Julián se casó, pero murió sin tener hijos, y Aurora sí tiene cuatro: Inmaculada, Antonio, José y Aurora que viven en Córdoba, tres casados y uno soltero, y tres nietos.

Los hijos del hermano de mi padre, Antonio, son cinco: José, Manuel, Antonio, Aurora y Consuelo, y están todos casados, con 8 nietos.

Quiero dar gracias a Dios por los padres y hermanos que me ha dado y estoy contento por pertenecer a la "Familia Burgos"; de los que seis hemos sido llamados por el Señor para ser sacerdotes, cosa que dice mucho de nuestra familia, porque aunque es el Señor quien llama, se fija en la fe de las familias a las que premia con vocaciones a su servicio. Dos sacerdotes en el siglo XVIII y, que sepamos, cuatro en el siglo XX, de los cuales vivimos dos en la actualidad. Pedimos al Señor continúe bendiciéndonos con más vocaciones.

José Burgos Serrano. Córdoba, 2010.


Bodas de Oro Sacerdotales

Hoy comienzan mis Bodas de Oro

Este año serán los cincuenta

En que Tú me llamaste tu amigo,

Sacerdote que a Ti representa.

Cuántas Gracias, aquella mañana

Diste a mi alma, paloma sedienta,

Que buscaste, del mundo, en los riscos,

Para hacerla tu amada eterna.

Cuántas veces, en tan largos años,

Me has cuidado, con mimo, en cadena,

Y a pesar de los peligros que ha habido,

Con tu ayuda mi alma quedó ilesa.

Cuántas gracias tr tengo que dar,

¡Oh mi Amado! Por tanta riqueza

De tus dones que fuerza me dieron

A seguir trabajando en la brecha.

Por mi parte hoy quiero decirte

Que lo mismo que entonces hiciera,

En tus manos me pongo, confiado,

Para hacer, Tú, por mí lo que quieras.

José Burgos Serrano

Cabra, 1996


2. FAMILIA BURGOS MONTILLA

Antonio Burgos Pulido, hijo mayor de Antonio Burgos Serrano y de Trinidad Pulido Serrano, casó con Espíritusanto Montilla Gallego.Espiritusanto era conocida como Mamanto, pues era entonces costumbre que los nietos llamasen a los abuelos como "papa fulano" y "mama fulana", así Antonio Burgos Pulido era llamado por los nietos "Papa Antonio", pero cuando llegó el turno a la abuela a la primera nieta le resultó imposible pronunciar "Mama Espiritusanto", sólo acertaba a decir "Mamanto" y con este nombre se quedó para todos. El abuelo Antonio Burgos Pulido, fue a la muerte de su padre y durante muchos años el presidente del consejo de familia y tutor de su incapacitado tío José Burgos Serrano.Espiritusanto aportó al matrimonio tierras en el cortijo de Carraquilla, por lo que esta rama de los Burgos pasó muchos años de su vida en este pago, allí se contaban una y otras vez muchas anécdotas que oímos contar más de una vez a los hijos de Antonio y Espiritusanto.Una de ellas hacía referencia a los familiares que permanecieron en Castil de Campos y en Priego, y que curiosamente coincide con lo que el octogenario sacerdote don José Burgos Serrano había oído contar a su abuela, que era de la familia que permaneció en Priego, se refería en Carrasquilla que cuando venían los familiares del abuelo Burgos (Antonio Burgos Serrano), en la segunda mitad del siglo XIX, lo hacían con caballerías magníficamente atalajadas con ricos aparejos y ellos venían con lujosos trajes de pana, igual que refería la madre de don José de cuando venía a Porcuna a visitar a sus primos.

Referían que con anterioridad a la Guerra Civil cuando llegaba la primavera toda la familia se trasladaba allí, lo mismo que tíos y primos de la familia Montilla, estableciendo grandes lazos de convivencia, se daba el caso que la familia Santiago Millán, que tenía también propiedades en Carrasquilla, construyó una capilla, para su hijo sacerdote, don Francisco Santiago Millán, donde pusieron la campana de la desamortizada iglesia de San Antón, por haber sido don José Santiago Quero, alcalde de Porcuna. A finales de la década de 1910, ello llevó a que una murga cantara.

La campana de la iglesia 
En Carrasquilla cayó.
Capote un día 
Le dijo eso
Y hasta quería
Meterlo preso.

El sacerdote oficiaba misa los domingos y días festivos y cuando estaba de vacaciones, acudiendo los habitantes de la cortijada, y así mismo recordaban que cuando llegaba el mes de mayo, realizaban la devoción llamada del "Mes de María", acudiendo personas de todo el contorno. Siempre se refería lo bien que lo pasaban cuando estaban en Carrasquilla. No dejaba de ser una historia interesante los hechos ocurridos en el mes de diciembre de 1936 cuando toda la familia Burgos Montilla se pasó a la zona nacional desde Carrasquilla.Llegado Antonio Burgos Pulido a edad avanzada sufrió un ictus cerebral que lo mantuvo paralítico más de diez años. Contaban que en la Guerra Civil, ante los continuos ataques y bombardeos de los nacionales, la familia optó por trasladarse a Carrasquilla a finales del otoño de 1936, junto con una gran cantidad de familiares de la rama Montilla, allí pasaban el día en los cerros cubiertos de olivos y solamente acudían al cortijo a dormir, ante el temor a que los bombardearan. En los últimos días del año, cuando la toma de Porcuna era inminente, pasaron los enviados del ejército republicano a ordenarles que ante el avance incontenible de los franquistas abandonasen los cortijos y volviesen al pueblo. Todos los que permanecían en los cortijos optaron por no obedecer la orden republicana y esperaron a la noche para formar una caravana y pasarse al ejército nacional en Cañete. Se formó la comitiva, con todos los enseres y animales que allí tenían, y sobre una yegua instalaron unos colchones, en los que como en un trono, instalaron al patriarca, ya viudo, Antonio Burgos Pulido, al mando de toda la caravana estaba su hijo Antonio Burgos Montilla, que por haber sido sargento en la Guerra África, como después veremos se consideró el más idóneo para conducirla. Los problemas comenzaron cuando Antonio Burgos Pulido, con sus facultades muy mermadas daba voces por verse en esa situación y no considerar el peligro a que se exponían si eran descubiertos por el ejército republicano, otro problema surgió cuando de madrugada los gallos que llevaban se pusieron a cantar, teniendo que "retorcerles el pescuezo". Por fin aún de madrugada y en la oscuridad del mes de diciembre les dieron el alto las tropas nacionales, pero como no sabían de que ejército se trataba, no podían manifestar cuales eran sus propósitos, por ello al darles el alto y el quien va, Antonio Burgos Montilla, recordando episodios parecidos en África, contestó solamente con la palabra "España, España, gente de paz".

En Cañete fueron recibidos por las tropas nacionales y magníficamente acogidos y atendidos por sus familiares, María de los Santos Burgos Pulido y Francisco Solano Manrique e hijos residentes en Cañete, que les proporcionaron vivienda y medios de subsistencia, contaban que encontraron las casas con las mesas puestas y la comida encima de ellas, pues los cañeteros habían huido precipitadamente a la llegada de las tropas nacionales.Como esto ocurrió antes de la toma de Porcuna, y Cañete está tras un cerrete que impide la visión de Porcuna, todos los días subían al cerro para ver su pueblo y hacer cábalas de donde caían bombas y proyectiles del asedio y tener el consuelo de que no caían en sus casas. Tras la toma del pueblo pasaron un tiempo prudencial, de varios meses en Cañete, hasta que decidieron volver a Porcuna, lo cual representaba un serio peligro ya que Porcuna permaneció en primera línea con continuos ataques republicanos hasta el fin de la contienda.

A consecuencia de esta marcha de Carrasquilla a Cañete, perdió la vida Aurora Cabeza, mujer de Félix Burgos Montilla pues llevaba un mulo de reata y este quería avanzar más de lo permitido, por lo que tenía que mantener el cabestro fuertemente asido, lo que le provocó una rozadura en al mano y debido a que padecía de "azúcar" (diabetes), la mano no le curaba y al final le provocó la muerte.

Antonio Burgos Montilla, era el mayor de los hijos de Antonio y Espiritusanto, era una persona entrañable y sumamente inteligente, aunque como ocurría en la época, fue poco a la escuela, tenía grandes conocimientos y una caligrafía preciosa. Cuando llegó su quinta, del 14, fue destinado a Madrid, nos contaba que viajó, en los tranvías siempre gratis, porque daba para pagar un duro de plata "sevillano", que a pesar de ser falso tenía más plata que los de curso legal y era muy solicitado, aunque en Madrid no gozaba de ese aprecio y naturalmente en el tranvía no querían cambiárselo, hasta que una vez el cobrador lo fastidió porque se lo admitió y cambió con lo que le hizo la puñeta. Ante el cariz que tomaba la situación africana su regimiento pasó a África donde estuvo varios años, en total estuvo tres años sin ver a su familia ni venir a Porcuna, contaban que cuando llegó la noticia de que venía licenciado y que llegaba a la estación de Villa del Río, toda Carrasquilla dejó sus labores y se personó con toda clase de caballerías, en la estación a recibirle, teniendo que esperar un día a la llegada de su tren, venía como soldado africano con una larga barba que lo hacía un desconocido, En África alcanzo el grado de sargento, por lo que fue conocido en Porcuna desde entonces como el "sargento Burgos"Fascinados y desconcertados quedábamos cada vez que se relataba la historia de los hermanos Nereo, Antonio y Justo Ramírez Muñoz, los que el día 28 de julio de 1913 mataron a dos guardias civiles entre los cortijos de Los Borregos y San Pantaleón, creo que nunca oí decir que fueran parientes de los Burgos, sin embargo, muchos años después Francisco Casado Burgos, nacido en 1900 y que vivió intensamente, en primera persona, los acontecimientos, me manifestaba que la madre de Justo y Antonio era pariente de la suya, pero sin poder especificar si era por la parte de los Burgos, es Antonio "Nereo" quien en una entrevista publicada en el periódico "El Imparcial" de Madrid, el 13 de julio de 1915, condenado ya a muerte y meses antes de su ejecución, manifiesta que los hechos ocurrieron cuando cuidaban las mieses del cortijo Los Borregos, cuyo dueño era pariente de su madre, aunque no cita el nombre el dueño, éste era Antonio Pulido Burgos, a cuya primera esposa por herencia le pertenecía. La relación oral contada por los moradores de Carrasquilla, y la de Francisco Casado Burgos, difiere muy poco de la que después he tenido ocasión de conocer a través de la prensa de la época, aunque adornada de muchos matices propios de la imaginación de las gentes a quienes tocó vivir los hechos, la diferencia mayor e insalvable estriba en que la prensa recoge el ajusticiamiento en la cárcel de Jaén de Antonio Ramírez Muñoz y en Porcuna, aún hoy día, se sigue manteniendo que aquello fue una farsa y simulacro y que Antonio no murió sino que fue expatriado al extranjero.

Los hechos más o menos ocurrieron así, tanto Justo, de 20 años, como Antonio de 18 estaban considerados como cazadores furtivos. Con motivo de las fiestas de Santiago, los ereros* descansaban y Antonio fue el encargado de cuidar las mieses durantes los días que duraban las fiestas, con él estaba su hermano Justo, que salieron a cazar y dispararon varias veces siendo oídos por unas familias que estaban en el cortijo de San Pantaleón celebrando una fiesta, en la que se encontraba la pareja de la guardia civil. Los celebrantes, algo excitados por el alcohol, incitaron a los guardias civiles a actuar contra los Nereo, y estos accedieron a despojarse de sus uniformes y disfrazarse de labriegos, llevando de la mano unas yeguas. Es difícil suponer lo que ocurrió entonces pues los únicos testigos fueron los dos hermanos Nereo, el caso fue que dispararon, produciendo la muerte del guardia Francisco Vivancos y a consecuencia de las heridas producidas por el disparo y quemaduras por haber ardido las mieses, horas más tarde moría en el hospital el sargento José Martínez. Los reos huyeron y estuvieron varios días en la sierra, mientras tanto su madre hubo de abandonar un melonar que tenía, encargando su guarda a Francisco Casado Burgos a la sazón de 13 años, por fin los reos optaron por entregarse, pero temiendo las represalias de la guardia civil lo hicieron ante el alcalde y el juez de Porcuna, siendo trasladados a la cárcel de Martos. Lo que inmediatamente sorprendió a todo el mundo fue la rápida intervención en el caso del eminente abogado y brillante político don Niceto Alcalá Zamora, después presidente de la Segunda República, que tomó para sí el caso. Nuestros "rapsodas" afirmaban que ello fue debido a que la madre de los Nereo había sido el ama de leche de don Niceto, que había quedado huérfano de madre al nacer, y que por tanto los Nereo y don Niceto eran "hermanos de leche", pero aún iban más lejos y afirmaban rotundamente que al menos Justo, el que consiguió el indulto, era hermano de padre de don Niceto, dado que todo lo que aquí relato es la tradición que se contaba en Carraquilla, no entro en los por menores hoy conocidos a través de la prensa escrita de aquellos días. Seguían contándonos que se celebró el juicio, que fue muy sonado, y que ambos fueron condenados a muerte, consiguiendo don Niceto el indulto para Justo, pero relataban, como ya he dicho antes, que la ejecución de Antonio había sido un simulacro, consentido por el Rey y el gobierno y que Antonio fue puesto en el extranjero.No terminaban aquí las historias de los Burgos, otra muy comentada era la de lo ocurrido a la muerte del chacho Manolico y la chacha Angustias, ambos solteros, y el pleito que se suscitó, así como la sentencia emitida por el Tribunal Supremo, y la estancia de ellos en Madrid, donde se hospedaron en la calle de Manuela Malasaña. Los hechos fueron los siguientes, Manolico había dejando por heredera universal a su hermana Angustias, la cual a su vez en su testamento dejaba como herederas universales a sus sobrinas María Estrella Saavedra, hija de su difunta hermana Rosario y a Trinidad y Leonor, hijas de su difunto hermano Federico.Pero Angustias falleció el 31 de diciembre de 1942 en vida de su hermano Manolico, a quien por tanto no pudo heredar y ese día a su hermano Manolico tuvo un ictus cerebral que lo privó del conocimiento, falleciendo cinco días después, el día 5 de enero de 1943. Esto produjo el enfrentamiento de las familias Burgos Montilla, Borrego Burgos y Manrique Burgos, con las Saavedra Burgos y Burgos Corpas en un pleito que tras numerosos recursos se vio en el Supremo, que falló el derecho de todos los sobrinos a recibir al herencia a partes iguales.Como ha quedado explicado el mayor de los hermanos Burgos Montilla fue Antonio, que tras su vuelta se dedicó a la agricultura, casando con María del Carmen Aguilera Recuerda, tras su casamiento fue corredor de granos y aceites. De este matrimonio nacieron 12 hijos llegando a la edad adulta solamente 4, María, Trinidad, Aurora y José. Contaban que en la década de 1920, el año que la gripe europea asoló a España, agravada por el sarampión, en una semana murieron dos hijas, una de pocos meses llamada Dolores y otra de seis años llamada Carmen.La hija mayor María, quizá siguiendo una tradición, se crió con los abuelos paternos, y al morir el abuelo Antonio Burgos Pulido, continuó en la casa familiar de los Burgos, donde vivió un año tras contraer matrimonio con Eduardo Recuerda, naciendo en esta casa su hijo mayor Antonio, hasta que el matrimonio compró su casa en la calle Ancha nº 7. En la calle Ancha nació su segunda hija que también recibió el nombre de Antonia (del Carmen), ello fue debido a que Eduardo era el hijo menor de Antonia Millán Puentes, la cual murió en el bombardeo que por error realizaron las fuerzas nacionales el 29 de octubre de 1938, cuando todos los vecinos saludaban a los aviones nacionales que pasaban por su cielo, éstos que iban a bombardear Arjona, comenzaron a arrojar bombas causando una gran mortandad, por amor a su madre, quiso que su hija se llamase como ella.

Hoy la familia formada por Antonio Burgos y María del Carmen Aguilera tiene por descendientes vivos una hija, 11 nietos, 28 biznietos y 3 tataranietos.Sigue en la familia Burgos Montilla, Soledad, que casó con Juan Millán de profesión agricultor, pero que por motivos de salud hubo de dejar la profesión y ocurrió lo que hemos visto tantas veces en estas sociedades agrarias en las que tener algún problema que impidiera dedicarse a la agricultura era considerado como una desgracia familiar, cuando luego resultó que fue el motivo de progreso para los afectados, así Juan montó una tienda de ultramarinos y de chacinas de elaboración propia, en la calle Castillo, lindando con la empinada subida a la fortaleza, persona inteligente y capacitada pronto tuvo una extraordinaria clientela, que le hizo progresar económicamente y aumentar su patrimonio con fincas rústicas. Él dio lugar al pleito entre el Ayuntamiento y Juan Torres Castillo por la posesión de la Torre Nueva. Para acceder a la explanada de la Torre Nueva existe el acceso que actualmente recibe el nombre de Modesto Ruiz de Quero, pero entonces como ahora estaba cerrado por una puerta con llave, tenían llave de ella el propietario de los terrenos de la fortaleza Juan Torres, heredero de las personas que la adquirieron tras la Desamortización y el Ayuntamiento que utilizaba la Torre como arresto municipal En el año 1927 Juan Millán Toribio obtuvo permiso del Ayuntamiento para abrir una puerta al callejón de subida y se le dio una llave, a ello se opuso el propietario de los terrenos de la fortaleza, alegando que a él solo correspondía la propiedad, de los terrenos y de la Torre Nueva, comenzando un pleito en el que el Ayuntamiento estuvo representado por don Niceto Alcalá Zamora, después primer presidente de la República, tras varias sentencias en las que siempre llevaba las de ganar el propietario Juan Torres, cuando el Ayuntamiento manifestó su deseo de acudir al Tribunal Supremo, se llegó a un compromiso con el propietario por el cual el dominio de la Torre pertenecía al Ayuntamiento, construyéndose la actual separación entre las propiedades del propietario y las consideradas públicas. Desde entonces esta casa tiene una "puerta falsa" que da la citada cuesta. En otros tiempos también tuvo, en la 'parte alta, junto al primer torreón una puerta por la que se entraba a pie llano al pajar, en este pajar descansaban y dormían, en la Guerra, entre guardias, los soldados que estaban en la Torre y que mantenían por ello y por vecindad gran amistad con la familia. En uno de los inviernos al realizar una de las matanzas de cerdos para su venta en el comercio, a consecuencia de la humedad no prendían los palos de olivo que habían de calentar el agua de la caldera, ocurriéndosele a un soldado, de los que allí estaba para calentarse, ir por una espuerta de paja, así lo hizo, la puso sobre los palos y le prendió fuego, cuando con gran estrépito comenzaron a disparase balas que salían de la paja, poniendo en peligro las vidas de los presentes y agujereando la caldera por tres veces, pasados los momentos de pánico y pavor llegaron a la conclusión que al dormir a alguno de los soldados se le habían caído las balas que llevaba y habían quedado entre la paja.Tras quedar viuda Soledad a principios de la década de 1940 volvió al domicilio paterno a vivir con su hermana Manuela durante el resto de sus días. Este matrimonio no tuvo descendencia.

El segundo varón de la familia Burgos Montilla que llegó a edad adulta fue Félix, tras los sufrimientos padecidos por la familia cuando el primogénito participó en la Guerra de África, la familia logro librarle del servicio militar, por algo que creo que se denominaba soldado de cuota, contrajo matrimonio con Aurora Cabeza, que como ya hemos dicho murió pronto dejando los hijos de poca edad, por lo que tuvo que hacerse cargo de la familia su hija Sofía, siendo aún muy niña. A él le correspondió la casa cortijo principal de la familia en Carrasquilla, mientras que a sus hermanos Antonio y José les correspondieron las cuadras y corrales, donde llegaron a edificar sus correspondientes cortijos.El mayor de los hijos de Félix, quedó cojo muy niño, siendo conocido como el cojo Burgos y volvió a repetirse la sensación de desgracia que estos casos suponían para una familia agrícola, pero cuentan que en la Guerra al llegar a Cañete, fueron alojados en una casa y al hojear un libro encontró un billete de mil pesetas, que le permitió poner un comercio de ultramarinos en la actual plaza de la Constitución y fue el motor del progreso familiar. El tercer hijo casó con Carmen Cobo y no tuvo descendencia, por lo que esta rama está extinguida.La cuarta descendiente de la familia Burgos Montilla fue Manuela, la que sacrificó su juventud por el cuidado de su padre paralítico por ictus cerebral, fue abnegada y sacrificada, y tras pasar la juventud al cuidado de su padre permaneció hasta su muerte soltera. Tuvo en vida el usufructo de la casa familiar y a partir de 1944 pasó a vivir con ella su hermana Soledad. Esta casa fue el punto de unión de toda la familia, sus hermanos las visitaban a diario y en ocasiones varias veces al día, alguno de ellos nada más amanecer. Tenían la costumbre de rezar todos los días el rosario y otras devociones, a las cuatro o las cinco de la tarde de la tarde, el familiar que llegaba durante el rezo tomaba asiento y o bien participaba en él o permanecía callado hasta que oía pronunciar al siguiente coletilla que indicaba el final de las preces y la autorización para hablar: "Buenas y santas tardes nos dé Dios y parte en su santísima gloria, amén".

El descendiente más pequeño y que llegó a edad avanzada fue José, que le correspondía sentar quinta cuando su padre ya estaba impedido, por ello se libró, pero al iniciarse al guerra, una vez casado con Amparo López y con hijos fue movilizado y pasó la Guerra en Granada.

Se contaba que siendo adolescente salvó casi milagrosamente la vida, pues encontrándose sentado en un escalón de la escalera que subía a las cámaras del cortijo de Carrasquilla junto a su sobrina María, cuando se producía una tormenta con gran aparto eléctrico, sin saber por qué cambiaron de lugar, justamente cuando un rayo cayó por la chimenea y buscó su salida a través de la escalera, dejando todo el cortijo lleno de fuego.

De este matrimonio fueron fruto seis hijos de los que hoy viven cuatro, dieciséis nietos y más de una decena de biznietos.

Las otras dos hijas Sofía y Aurora aunque llegaron a la pubertad murieron muy jóvenes, señalaban que el entierro de Aurora fue la única comitiva que hubo en el pueblo el Viernes Santo de 1936, pues fue el primer año, en que por el triunfo del Frente Popular, no hubo procesiones, y Manuel murió siendo aún lactante de muerte súbita, cuando su padre se encontraba en la feria de San Lucas en Jaén, dicen que como vivían en la calle Gallos frente al cuartel de la Guardia Civil, entonces sito en la casa solariega de los Aguilera Salcedo, después cine Recreo, la Guardia Civil se encargó de localizar al padre para que acudiera al entierro, pero en ello tardaron varios días mientras los que estuvo insepulto el cuerpo.

Antonio Recuerda Burgos. Porcuna, 2010.

* Erero: persona que trabaja en las eras durante la recolección del cereal.


3. FAMILIA BURGOS CORPAS

Mi abuelo materno, Federico Burgos Pulido, era agricultor y se casó en Porcuna (Jaén) con Camila Corpas Cobo, natural de Lopera, que dista 12 km de Porcuna. Antes de cumplirse los dos años de casado un mulo le dio una coz, con la consiguiente hemorragia interna. Según oí de pequeño, se calló lo ocurrido, cuando en un primer momento la aplicación de sanguijuelas podría haber extraído la sangre y salvado la vida. Al saberse lo ocurrido, la intoxicación era una realidad irreversible. Mi abuela tenía entonces 22 años, una hija de un año -mi madre- y además estaba embarazada de su segunda hija. En cualquier caso, ella sacó a las hijas adelante con muy poco patrimonio y llevando una vida de gran austeridad. Su cuñado el chacho Manolico le ayudó costeándole la carrera de magisterio a su segunda hija, Leonor. Mi madre, Trinidad, tuvo una otitis de pequeña y la tuvieron que llevar a Madrid, donde le trepanaron el hueso peñasco del oído y la curaron. Pero no del todo, porque le quedó un foco infeccioso poco aparente y que decenas de años más tarde mi madre se lo seguía curando. De jovencita cogió unas fiebres de malta, cosa comprensible habida cuenta la gran cabaña de cabras que había entonces en Porcuna. La enfermedad avanzó inexorable hasta el extremo de que los médicos la desahuciaron. Entonces el chacho Manolico tomó una decisión de vida o muerte: le aplicó lo que se conocía como "purgante alemán". Yo creía que lo traían de Alemania y lo consideraban como un remedio muy fuerte que no se aplicaba así como así, sino parea casos desesperados. Nunca supe en que consistió pero mi madre no solo lo resistió sino que empezó a recuperarse a ojos vistas. Oí contar que cuando pudo andar y dar una vuelta, apoyándose, alrededor de la mesa camilla, la familia entera lo celebró como un portento de mejoría. Ahora en el año 2013 Antonio Recuerda Burgos me envía unas fotos de la caja del famoso purgante (véanse al final de esta Historia) que se fabricaba en una calle céntrica de Madrid y que tenía un uso normal. Que tuviera aquel milagroso y contundente efecto en mi madre, no tiene facil explicación, sino a través de las intrincadas reacciones de la inmunidad celular que partiendo de un estímulo tan inespecífico como fue ese purgante acabara con la supervivencia de la Brucella melitensis, incluso a pesar de alojarse en el interior de las células. Después terminó de crecer y se puso guapa y con buen tipo. Una amiga suya, tía de Isabelita Torres, me contó que mi madre iba entonces al Paseo de Jesús "a enamorar". Debe ser verdad, porque una tarde llegó a Porcuna un joven de Quesada (Jaén) y lo enamoró. Era mi padre, Manuel Rodríguez Aguilera.Mi padre era viajante de tejidos de la "Ciudad de Sevilla". Con el pretexto de vender telas a los comercios de entonces volvió al pueblo una y otra vez, y de camino la visitaba y la visitaba, total que fijaron la boda para 1930. De viaje de novios fueron a Sevilla que celebraba entonces la Exposición Universal Hispano-Ameri cana.En la c/ Jesús abrió mi padre la tienda de tejidos y cuando estalló la Guerra éramos tres hermanos. Como mi padre era "señorito", puesto que llevaba corbata e iba a Misa, lo encerraron como a otros muchos. Su vida peligraba. Mi madre se puso en contacto con su cuñada Pilar cuyo marido Juan Arroquia era Director General de Correos y Telecomunicaciones y mano derecha del político Martínez Barrios. El caso es que lo soltaron y a dos o tres mas 'para disimular' con la oportuna recomendación de que desapareciera del lugar. Mi padre se fue a Jaén y se colocó de dependiente en una tienda de tejidos sita en la c/ Maestra (viniendo de la Catedral, a la derecha). Mi madre con los tres hijos y el chacho Manolico nos fuimos a Torredonjimeno, a la casa de mi abuela Camila y mi tía Leonor. Allí vivimos en la calle que cae por derecho en la plaza del Ayuntamiento. De entonces recuerdo estar a la puerta de la casa, pegado a las faldas de mi madre, ver bajar la calle al chacho Manolico, entre dos demócratas republicanos, camino del calabozo, sin que mediara orden del juez. Era el año 1937. Algunos días más tarde, mi madre me llevó al calabozo para visitarle. Era una habitación desnuda, encalada, con un poyete largo de extremo a extremo, con un ventanuco conforme entramos a la derecha y una bombilla encendida, colgando de su propio cordón, al fondo. En el poyete y en el rincón del fondo, mi tío estaba sentado y lloraba.Ese año o el siguiente nos fuimos a vivir a Jaén. Entonces los tres hermanos fuimos al colegio. Volví a ver a mi padre, en casa y en la tienda. Cuando mi madre oía que abría la puerta del piso me "azuzaba" para que fuera a darle un beso. El me cogía por los costados y me subía para besarme, a la vez que decía: "pesas menos que un jilguero". Una vez me llevó mi madre a ver al chacho Manolico a la cárcel de Jaén. Ya no estaba triste. En Jaén nació mi hermana Inma. Era una época soleada cuando vi que mis padres escuchaban una caja que tenía música y que hablaba. Era un aparato de radio. Mas tarde supe que lo escucharon con anterioridad, pero colocados debajo de una manta. Una mañana de buen tiempo sonaba sin manta en la habitación y yo la oía hablar y decía con frecuencia la palabra "fascista". Le pregunté a mi madre qué eran los fascistas. Su respuesta fue: "mira niño, los fascistas son los buenos y los rojos son los malos". Poco después el chacho Manolico me sacó de paseo. Me llevó a un sitio donde había mucha gente. Como yo no veía nada, me subió al alfeizar de la ventana de la última casa de la calle; después estaba el campo y un camino que llevaba a la estación del tren. Esperamos, esperamos, hasta que llegaron unos soldados muy contentos. Era el ejército nacional que vino y entró en la ciudad sin disparar un tiro. Y para terminar con mi tío Manuel, se cuenta que antes de la Guerra se corrió por el pueblo una copla:

"Manolico el pregueño
Conservador de la calle el Real
En un día de elecciones
Se fue a sembrar un habal"

Poco después volvimos a Porcuna y conocí a mi tía Angustias, a cuya casa se fue a vivir el chacho Manolico, porque eran hermanos. Entonces cumplí cinco años. En Octubre los tres hermanos mayores fuimos a la escuela de las monjas. Una mañana hice rabona y me aburrí como un oso. Otra mañana me volví a casa porque se había muerto Alfonso XIII, y no había clase. Los amigos formamos una pandilla y jugábamos con una pelota de trapo en el corral de Mon Barrionuevo o a "la guerra" tirándonos piedras en los escombros de las muchas casas destruidas. Recuerdo las corridas de toros con sus carros, sus andamios, su ponche y el olor a resina de los piñones. Y cómo un zapatero que tenía el mote de "Valencia" porque su madre vino de esa provincia, y que ha resultado ser mi pariente Norberto Burgos, se atrincheraba en una farola de la plaza y no había vaquilla que lo desalojara. Y el domingo final, toreros de verdad con trajes de luces. En 1940 nació la cuarta de mis hermanas, Trini. Cuando la mayor, Julia, aprobó el ingreso de bachiller mis padres le enviaron interna al colego de monjas de Calasancio en Córdoba.Vieron mis padres que ni tenían capital para cada uno de los cinco hijos, mas los que vinieran, ni para mandarlos a estudiar el bachiller y después la carrera a una ciudad lejana. Por lo cual decidieron hacer una emigración cultural. En 1944 tomaron esta decisión y se alquiló un piso en la c/ Cautelar, 47 de Sevilla. En Octubre de este año nació la sexta de mis hermanas Fátima. Fue un parto traumático. La recién nacida nació muerta y la dejaron en un rincón de la habitación, mientras médico y partera luchaban por contener la hemorragia de mi madre. Pero la niña dijo ¡aquí estoy yo! porque de pronto se puso a berrear, ante la sorpresa de todos y la alegría de mi madre. Como ocurrió el 13 de Mayo, le agradeció su ayuda a la Virgen y le bautizaron con el nombre de Fátima. Cinco meses más tarde, el 28 de Febrero del 45, mi madre tuvo arrestos para levantar la casa, cargarla en un camión, y amanecer el 1 de Marzo en Sevilla.En Octubre del 45 inicié el bachiller en el colegio de Villasis de los Jesuitas y mis hermanas entraron en el colegio de las Esclavas de la c/ Jesús. En el 46 nos mudamos junto a la plaza de S. Lorenzo. Dos años después a mi madre empezaron a hinchársele los tobillos y tuvo un aborto Dos años después tuvo otro. El riñón le fallaba. El foco infeccioso resultado de la trepanación que le hicieron de niña estaba pasando factura. El alto nivel de urea en sangre impidió que esos dos fetos siguieran con normalidad su desarrollo. En 1951 falleció. Entonces pudo conocer en el Cielo a esos dos hijos suyos que no habían podido ver la luz del día. Fátima, la menor, no había cumplido los 5 años. La mayor, Julia, estudiaba 3º de Químicas. Yo comencé 1º de Medicina. La casa quedó desolada. Dos años después mi padre se casó con mi tía Leonor, hermana de mi madre. En 1955 continué mis estudios en la Universidad de Barcelona. Julia se fue al Instituto de Algeciras como Profesora. Camila se casó en 1959. En la década de los 60 se casaron Inmaculada y Fátima. Trini se fue a vivir y a trabajar a Madrid. Mi padre ya era abuelo y se había jubilado. Desde 1970 la casa la habitaba la familia Alva Rodríguez, y mi padre y mi tía se fueron a un piso más pequeño y cómodo situado en las cercanías, en la c/ Teodosio, 74. Fueron años tranquilos disfrutando de los 6 hijos y de los 18 nietos. En 1980 le comenzó el Ahlzeimer. Murió en 1981. Mi tía falleció plácidamente 10 años después por una hemorragia de estómago.La aventura cultural iniciada por mis padres con clarividencia, generosidad y abnegación fue un éxito. A Dios gracias.

Manolo Rodríguez Burgos. Porcuna, 2010.


4. FAMILIA BURGOS MARÍN

Soy Cayetano el mayor y único hijo vivo de todos mis hermanos, de los que quiero dejar algún recuerdo que ha quedado en mi memoria, así como de mis padres Blas Burgos Marín y Ángeles Santisteban Campos, porque de no hacerlo ahora, quedaría perdido pan siempre. Todos loa hermanos estudiamos -era el mayor deseo de mi padre- en el Colegio del Carmen de Melilla de los Hermanos de S. Juan Bautista de la Salle, el mejor que había, en el que recibimos una formación académica y religiosa muy de agradecer. Tenían un extraordinario profesorado, y uno de ellos me aconsejó que estudiara Medicina. Otro de ellos el Hermano Abundio, fue mártir en la Guerra Civil, asesinado con otros en Almería, ha sido canonizado por Juan Pablo II. Con ellos pasé los mejores años de mi niñez y juventud, tuve muy buenos amigos, de los que según mis noticias, han muerto todos; soy pues, 'el último de Filipinas' de mi generación.Mi padre, Blas Burgos Marín, nació en Porcuna (Jaén) en 1889, era hijo de Francisco Cayetano Burgos Ortega, nacido en Castil de Campos, una aldea de Priego, el 7 de agosto de 1850 y murió el 29.12.1912 en Porcuna. Se casó con María Marín Aparicio que nació en Enguera (Valencia) en 1853, de ahí que los hijos fueran conocidos en Porcuna como "los Valencia".Mi padre me contó que tuvo que trabajar desde muy niño -como tantos otros- y cómo siendo ayudante de un carrero, que se dedicaba a llevar naranjas y otras mercancías desde Andujar a Porcuna; una madrugada siendo aún de noche y estando cerrado el mercado, dejaron la carreta cargada en una cuesta y creyendo estar segura, se echaron a dormir sobre unos sacos un par de horas, pero al parecer el peso y la falta de precaución hizo que rodara el carro y se volcare la carga, con el disgusto consiguiente, tratando de recoger en la oscuridad lo que quedaba disperso a lo largo de la carretera, perdiendo parte de la carga.No podía asistir regularmente a la escuela, pero su ansia de aprender era tal, que por las noches acudía a una nocturna que atendía un buen maestro y mejor persona, al que siempre mencionó como alguien altruista y extraordinario, que dedicaba su tiempo gratuitamente para ayudar a los que no podían. El profesor lo quería mucho al ver su inteligencia y aprovechamiento, como se ve en la caligrafía sin una falta de ortografía; -conservo una libreta con anotaciones de su letra-, en la gramática y las matemáticas, así como su afición a la geografía y la historia. Todo su interés era que sus hijos tuvieran la educación que por las circunstancias familiares, no pudo recibir él, por eso nos dejó en Melilla temporadas con mi madre, para que nos pudiéramos educar bien, no pudo ver a ninguno terminar la carrera. Yo estudiaba cuarto de Medicina cuando murió y mi hermano Enrique segundo de Derecho; Blas no quiso estudiar, lo dejó en cuarto de bachiller y se quedó a trabajar en la tienda con mi padre. El nombre del profesor que he oído desde niño, no he podido recordarlo, sólo se que en casa mi padre conservaba una carta y una poesía que le dedicó cuando se casó con mi madre, al que pudo abrazar cuando visitó ya casado Porcuna; cosa que hicieron varias veces. Creo que ese deseo de mi padre fue el que me movió a estar en Porcuna unos años ejerciendo la profesión, como homenaje y recuerdo al que tanto había luchado por nosotros y que, de haber vivido, habría gozado al verlo.Mi recuerdo de los seis o siete años, cuando me llevaron por primera vez a Porcuna, era la casa de unos labradores que querían mucho a mi padre, la hija se llamaba Librada y vivían en la plaza del Molinillo Viejo, un hermano era municipal y yo le vi cuando tuvo una grave enfermedad tumoral, que la operación no pudo solucionar. La plaza -yo era pequeño- me parecía grande, allí jugaba a las bolas con otros niños; por entonces había unas de cristales de colores muy bonitas, jugar entre el empedrado era para mí algo nuevo. Otra cosa que me llamaba la atención era el retrete, que era una piedra montada sobre unos ladrillos, horadada que daba sobre el estercolero de la cuadra. Recuerdo la ilusión que me hizo el regalo de dos tórtolas, y los montones de trigo en el granero, en el que me gustaba revolcarme mientras comían las tórtolas; también recuerdo un juguete de hojalata con cuerda, de un negro que tocaba los platillos, así como el paseo de Jesús con aquellos mosaicos de escenas del Quijote y el balcón desde el que se veían varios pueblos, Mis padres fueron en diversas ocasiones, pues iban al balneario de Marmolejo, pero nosotros nos quedábamos en Melilla en la casa de mi abuela Ángeles, con las muchachas.Al cumplir mi padre los 20 años, dada la falta endémica de trabajo en Andalucía y siendo el segundo de los hermanos, se fue como voluntario, creo que como soldado de cuota, e ingresó en el Cuerpo de Artillería en Melilla en el año 1908-9, en la época de la emboscada del barranco del Lobo, en el Gurugú. Poco antes de acabar la primera Guerra mundial 1914-1918, fue cuando conoció a mi madre. Se casaron en el 1917, ya que mi abuelo Enrique (por parte de madre), teniente de Artillería, había sido destinado a Melilla y era oficial de su Regimiento, con familia numerosa, cuatro hijas casaderas y el más pequeño y único varón, Enrique siguió la tradición militar en Artillería y estuvo en Segovia y en Sevilla. Un año después, se casó mí tía Adela con José María Toro, nacido en Bollullos del Condado (Huelva), militar del cuerpo Ingenieros, que se retiró y compró unas bodegas en la Palma del Condado. Y fue mi padrino de Bautismo. Fui bautizado, como mis hermanos y los hijos de los militares de la guarnición en la Capilla Castrense.Por su buen hacer, a juicio de sus jefes, mi padre fue ascendido pronto a cabo y le dieron el trabajo de cartero y de oficinas. Para aumentar al escaso sueldo, empezó a representar algunos artículos de la Península -creo recordar, que entre ellos estaba el papel de fumar Bambú y otros artículos de papelería-, esto le hizo relacionarse y tener buenas amistades que conservó muchos años, entre ellos, con los de las dos mejores papelerías de Melilla. Los jefes y oficiales le tenían gran aprecio e incluso uno de ellos, el coronel Izquierdo de Estado Mayor (que vivía en Madrid, en dónde su esposa aristócrata tenía grandes posesiones agrícolas), le propuso después de retirado, ya en la República, que se fuera con él a Madrid como administrador general, pero mi padre declinó el ofrecimiento, pues me dijo que prefería ser cabeza de ratón que cola de león, Cuando mi boda lo invité y me envió una cartera de piel con un escudo de plata con mis iniciales que conservo. Mi padre ya estaba establecido y los negocios le iban bien en Targuist -una vez acabada la guerra de Marruecos en 1927- dónde montó un negocio en pequeña escala, parecido a lo que hoy son los supermercados en el que había de todo. El ya general Izquierdo, durante la Guerra Civil, estuvo de Director de la Academia de Alféreces Provisionales en Granada y le indicó a mi padre, con el que se escribía con frecuencia, que me mandara allí con él, a la vista de los estudios que tenia, para hacerme Alférez provisional, cosa que yo quería, pero que mi padre con buen criterio no me dejó, pues sabía que eran carne de cañón; murieron cursos casi completos.Al morir mi abuelo Cayetano, mi padre se llevó a su madre con él, viviendo de la paga y de las representaciones, a la vez que ayudaba a sus hermanos. A su sobrino Cayetano se lo llevó años después a trabajar con él a Targuist y a su hermana María, casada, que estaba en mala situación económica, se la llevó a Melilla, dónde primero le compró al marido un carro para repartir agua por las casas, ya que por entonces Melilla se abastecía de algunos pozos y yacimientos y con agua traída de Málaga por los barcos aljibes. Al parecer, el marido no respondió a la confianza dada; después les puso un estanco y también fracasó, creo que esa fue la causa del distanciamiento de los hermanos, pues la relación se cortó siendo yo muy pequeño, sólo recuerdo que tuvieron tres hijos, el mayor fue Policía Armada, el segundo era sastre y la más pequeña María, la vi cuando murió mi padre, pero al no ir su madre imagino que ya estarían muertos o habían vuelto a Porcuna.Con su sobrino Cayetano, al que dejó encargado por un tiempo del negocio de Targuist creo que le ocurrió algo parecido y no supo desenvolverse solo, por lo que regresó a Porcuna y después marchó a Barcelona, junto a su hermano más mayor, Norberto, que era zapatero. Después vino la Guerra civil y he perdido la pista.0tro de mis recuerdos es que cuantos soldados de Porcuna iban destinados a Melilla, trató de colocarlos en los sitios menos peligrosos, cosa que agradecieron sus familias.Creo que siempre perteneció al mismo Regimiento de Artillería de guarnición en la plaza el 32 ó el 33; ascendió a sargento y conoció a mi madre Ángeles Arias Santisteban hija mayor de mi abuelo Enrique Arias la Chica. Era por entonces teniente de Artillería destinado en Algeciras y natural de Málaga, de padres acomodados, Cuando conoció a mi madre, estaba ya mi abuelo materno destinado en Melilla en el mismo Regimiento. Se casaron en 1917, era la mayor de los cinco hermanos: Ángeles. Adela, Victoria, Teresa y el más pequeño Enrique, que murió de Comandante de Artillería en Madrid, se crió con nosotros, ya que mi padre se trajo a su abuela y bisabuela a Melilla dónde les puso un estanco y papelería, porque las pagas de viudedad eran de miseria.No conocí a ninguno de mis abuelos varones, de mi abuela Marta, tengo un leve recuerdo, con mi abuela Ángeles y mi bisabuela Teresa las dos naturales de Priego (Córdoba) si las traté mucho ya que vivíamos cerca. Cuando murió mi tía Adela, a poco de haber nacido su hijo Manolo, se fue mi abuela a cuidar a sus siete lujos, se quedó mi bisabuela Teresa con nosotros hasta que en el año 1936 a principios de año, marchó con mi abuela Ángeles a la Palma del Condado. La Guerra Civil impidió todo contacto, y aunque estuvo poco tiempo en zona republicana, estando Málaga en esa zona y siendo el nudo de comunicaciones por cable con Melilla, no había posibilidad de enterarse de la muerte de mi abuela Ángeles, por lo que sus otros hijos, que vivían en Priego, fueran advertidos y fueron a recoger a la abuela Teresa, que murió con más de cien años, y conoció a cinco generaciones. A los 96 años recordaba los nombres y aniversarios de todos, le gustaba mucho el cine, yo era el preferido de todos sus descendientes, a loa 96 años era el que la acompañaba, había perdido un poco de oído, pero no el apetito, era muy golosa y como le habían prohibido comer muchos dulces, yo era el encargado de a escondidas comprarle las tortas que más le gustaban, las de Inés Rosales. Le llamábamos para distinguirla de mi abuela Ángeles. "la abuelita chica', pues era muy bajita. y había quedado viuda a los 24 años, pues su marido se mató de un accidente al caer por unas escaleras y hacerse daño en el riñón.Al poco tiempo de casados mis padres, lo destinaron a la Batería que estaba de destacamento en el Peñón de Alhucemas, no recuerdo si fue allí dónde nació mi hermana Ángeles o ya había nacido en Melilla, a la que no conocí, pues murió antes de nacer yo, estando en el Peñón de Alhucemas, dónde está enterrada. Después mi madre quedó embarazada de mí y trasladaron a mi padre a Melilla ya en el año 1921, poco antes del desastre de Anual, y no pudieron embarcar por el embarcadero que daba a la playa, pues estaban tiroteándola desde la costa, por lo que tuvieron que embarcar por la parte que daba al mar que eran acantilados, descolgando con unas grandes cestas a pasajeros y mercancías. Al día siguiente o poco más, un cañonazo de los moros, entró por la ventana del dormitorio de mis padres y lo destrozó: nací de milagro,Estando ya destinado en Melilla, vine al mundo en la calle Castilla, u° 17, el 3 de abril de 1922, casa en dónde estuvimos viviendo hasta que cumplí los siete años. Recuerdo perfectamente la configuración de la casa. En otro piso igual, junto a nosotros, vivía la familia Pozuelo Escudero; él creo que era del Arma de Ingenieros, ya ciego, retirado y diabético, fue fusilado en Paracuellos del Jarama, por el mero hecho de haber sido militar. Su hijo, Vicente Pozuelo, fue el médico de cabecera de Franco y su hermano Jorge de mi misma edad, fue asistido en la lactancia por mi madre, ya que nuestras madres eran muy amigas y vecinas. A su madre, le dieron unas fiebres puerperales y mientras encontraban nodriza, mi madre lo amamantó a la vez que a mi -éramos hermanos de leche-, ya hace años que murió. Recuerdo cuanto me gustaba acompañar a mi padre al cuartel, y unas enormes butacas de gutapercha o hule negro, en las que me perdía, en dónde hacían la guardia los suboficiales y cómo me gustaban los "chuscos", que eran unos bollos de pan que daban a los soldados y tenían un gusto especial.De los tiempos de Targuist, en dónde pasábamos las vacaciones de Navidad y verano con mi padre, que venía a vernos con frecuencia a Melilla pues tenía que atender el negocio, tengo recuerdos desde los años 29 y 30. Recuerdo las primeras Navidades que pasamos allí. Había caído una gran nevada y dos días después fuimos a ver una película del cine mudo, pero teníamos que ir con mantas y estufas, pues el frío era grande. En verano era muy caluroso y se hacía la vida en un chambado que salía de la acera varios metros, cubiertos por hojas de palmeras y adelfas del río.En el poblado civil de Targuist, ya años después, situado entre los grandes acuartela­mientos, el campo militar, los pabellones y las distintas unidades y el hospital militar, y el gran zoco, había una gran llanura, sobre la que se trazó el plano de las cuatro calles del poblado civil. Los días de mercado la población se multiplicaba por cien; había curanderos, barberos-sangradores, encantadores de serpientes, monos domesticados, vendedores de especias, cosméticos y perfumes, de artesanía de cuero, de madera, de cobre y plata; de telas y de sedas; babuchas, chilabas; cacharros de cocina y útiles de labranza. Puestos de frutas y verduras, propias de la zona: tomates, pimientos, habas verdes, con las cáscaras de las cuales hacían pinturas para las jambas de las puertas, cebollas, hierbabuena, calabazas, uvas, higos, melocotones y sobre todo chumbos, que vendían muy baratos y en grandes latas que antes habían sido de petróleo con el que iluminaban las casas con quinqués, velas de sebo y cera, y naranjas que traían del sur de la zona de Fez, granadas, albaricoques, legumbres, trigo, catada y frutos secos, almendras, higos; miel de abeja, sardinas secas ensartadas en alambres y ganado, cabras, ovejas, ganado bovino y equino, burros, mulos y caballos; también había puestos con dulces morunos de miel, todo con miles de moscas; vendedores de té, narradores de cuentos, adivinos; y los cobradores de impuestos en la entrada, mientras los mehaznis -policía indígena- patrullaba para evitar disputas y coger a algún que otro ladrón; abundaban los pedigüeños y se veían las grandes diferencias sociales, de los pobres y los ricos, sobresaliendo los que tenían autoridad o mando, a los que todos saludaban con zalemas besándole el borde de la blanquísima chilaba, siempre seguido de algún sirviente.Cuando acabó la guerra de Marruecos y construyeron el Campamento Militar, estaban para guardar el orden público, los mehaznis y la Guardia Civil cuyo puesto y casa vivienda, con un cabo y media docena de guardias, estaba entre el campamento militar y la población civil, enfrente de la tienda. Cuando se nombró para el poblado un alcalde independiente de los militares, el primero que hubo fue mi padre, fue durante la Dictadura de Primo de Rivera, después pasó a disposición militar que perduró creo, hasta la indepen­dencia de Marruecos. Todos empleados habían sido nombrados por mi padre, al que tenían gran respeto, lo mismo los españoles que los indígenas Había como concejales, representaciones de las tres culturas, por cierto, que los cargos del alcalde y los concejales no estaban remunerados.Una de las cosas que me dijo mi padre, es que al marroquí hay que tratarlo con autoridad de un lado y con comprensión y dadivosidad de otro -hablamos de entonces en los que no había el extremismo religioso de hoy y estando en un Protectorado -decía gráficamen­te: ¡pan y palos! Cuando tuvo la hemiplejía, lo llevaron a Melilla en una ambulancia y allí estuvo un mes; yo llegué desde Granada en dos días, primero en tren y luego en barco desde Málaga. Estuve un mes a su lado, sólo salía de la habitación para ir a Misa los domingos, dormía a los pies de la cama. Para distraerlo, le iba contando anécdotas de estudios y estudiantes y le recordaba a Granada -ciudad en la que pensaba, una vez ya dejado todo, venirse a vivir, aunque tenía dudas con Málaga, las dos las conocía y le gustaban-, ya que le agradaban las ocurrencias, novatadas y anécdotas de las peripecias del Colegio Mayor y de los estudiantes. Tuvo una complicación, una neumonía, que se trató con penicilina, la primera que se usó en Melilla. No pudieron evitar su muerte. Nos quedaron unas trescientas mil unidades, no sabemos como se corrió el rumor de que había sobrado y acudieron familiares de enfermos graves de la ciudad para comprarla al precio que fuera; la vendimos al costo,Su muerte fue para mí un dramático trauma, lloré desconsoladamente, porque lo quería mucho y sé que el me quería y confiaba en mí.Para nuestros gastos personales nos daba a Enrique y a mi 100 pesetas a cada uno al mes, loa extras eran aparte; me administraba bien y jamás pedí prestado, aunque algunas veces para justificar los gastos extras, tuve que recurrir a las suelas de los zapatos. Una vez puse un arreglo de medias suelas, dos meses seguidos. Cuando volvimos de vacaciones, me dijo mi padre con cierta soma: Veo que te gusta andar mucho por Granada, porque gastas muchas suelas. Entendí la indirecta y, sin reprocharme nada, comprendí que era mejor decir la verdad. Su recuerdo es ejemplo de entrega familiar, de un servir a los demás con un sacrificio constante por todos, en su deseo de proporcionamos una educación que él no pudo recibir, de constancia y tesón de sobreponerse a las dificultades, tras la ruina que para el negocio supuso la Guerra Civil, en la que un barco cargado de plátanos de Canarias y otro que traía vino desde Málaga, fueron requisados y no había seguro que los cubriera. Después de dejar todos los negocios a sus empleados, ninguno respondió a su confianza y le dejaron a deber lo que les había pactado le abonaran mensualmente; tuvo que levantarlo por segunda vez y aun hubo una tercera, en la que estuvo asociado con D. Pedro Arbols, todo un caballero, que fue responsable y no tuvo culpa de la bajada de ventas, pero al disminuir la guarnición, los ingresos disminuyeron y partieron en dos el negocio, dándole mi padre el dinero que le correspondía en varios plazos y quedándose con el negocio que fue levantando de nuevo poco a poco, volviendo a empezar, cuando ya había pensado retirarse a descansar a Melilla, agregando a su esfuerzo el tener que costear nuestra estudios en Granada.Tras su muerte se quedó mi hermano Blas al frente con 19 años, pero la experiencia tiene su precio y la independencia de Marruecos hizo que se liquidara en las peores condiciones posibles una vez acabada mi carrera, de ahí mi responsabilidad para sacar adelante mi esposa, mis hijos, mi madre y mis hermanos, pero esta es otra historia. Desde que murió, hace ya sesenta y cuatro años todos los días rezo una Salve por su alma y por la de mi madre. Lo asistí y encomendé su alma, leyéndole las oraciones, ya había recibido los santos sacramentos, en el momento de expirar le di a besar un crucifijo y sabiendo que el oído es casi lo último que conservan los moribundos, le dije pídele perdón, cerró los labios, lo besó y expiró en mis brazos.Toda vida humana tiene su enseñanza, para los que vienen detrás; aprendemos de los padres, de la familia, de los maestros, de los amigos y de la sociedad y ambiente que nos rodea, y es obligado el dejar nuestra huella en los que nos siguen a través del bien que hacemos y del mal que corregimos. Siempre en la vida de un hombre hay cosas buenas que imitar y es la herencia que hemos ir dejando a las generaciones que nos sigan. El ser útil a los demás, el ser buen servidor, es don recibido de Dios y es consolador el recordarlo para imitarlo, haciendo del mundo en que vivimos algo mejor que el que heredamos; y así lo haremos si Dios está presente.A medida que voy escribiendo acuden a mi mente, recuerdos que de no dejar escritos se perderán para siempre, por eso aun siendo ya mucho lo contado, los voy contando. Años antes, cuando estudiábamos bachiller y de estar yo enfermo gravemente varios años, que tuve que pasar en la huerta de Targuist con mis padres -pues era clima y altitud necesaria para mi aislamiento, reposo y curación-, mientras que la sirvienta Trini se quedaba en Melilla con mis hermanos.He encontrado entre mis numerosas escritos, una poesía en la que recordaba la senda que marcó mi padre y que escribí, hace siete años.

Caminante

¡Caminante!
haz de la senda canino,
sigue, sigue
hacia delante.
Busca alegre tu destino,
y al descubrir las estrellas.
se del mundo peregrino.
¡Caminante!
No mires atrás,
sigue, sigue,
hacia adelante,
¡haz de la senda camino,
la nube,
la flor,
La fuente,
el viento,
y el sol,
en la frente.
¡Caminante!
no mires atrás,
hacia adelante,
y has de la senda camino,
¡Peregrino!
¡Caminante!
abre sendero en la mar.
sobre la tierra,
y el aire,
y nunca dejes de amar!
¡Caminante!
¡ Caminante!
Admira la luz
los bosques,
y los ríos,
de los pájaros el cantar,
cruza los montes
en tu andar.
¡Caminante!
Has de tu senda camino,
sigue, sigue.
hacia adelante
nunca te vuelvas atrás.
¡Vive! ¡Vive!....
¡Caminante!
sigue, sigue, ,
hacia delante,
solo así sabrás amar.
¡Caminante!.

La muerte de mi padre cambió mi vida y me obligó a tener y actuar con una madurez y responsabilidad que han marcado toda mi vida, tratando de unir a la familia y a los hijos, entregándome a ellos con grandes sacrificios, pues no era fácil soportar la carga económica que suponía tener desde los 10 años cinco hijos estudiando el Bachillerato en internados, tres en Baeza en los Salesianos, una hija con las Teresianas en París, y la otra en Cristo Rey, pero ya con la abuela. A la muerte de mi madre, la fiel Trini González Pérez, que había entrado de niñera de mi hermanos Blas con 17 años, nacida en Lucainena de las Torres (Almería) y huérfana de padre, es la persona más fiel, más desinteresada, noble y generosa que he conocido, se vino con mis hijos a Granada. No quiso casarse, cuidó de sus sobrinos, huérfanos de padre y madre, aprendió a leer por su cuenta con el periódico y no se separó de ella hasta la muerte, hoy está enterrada junto a mi madre y mi padre en el Cementerio del Carmen de Melilla. Cuando le propuse una vez comprado un piso en Granada y fallecida mi madre, ya estudiando mis hijos en Granada, si quería venir a estar como ama de llaves y haciendo lo que quisiera, se vino y ayudada por una mujer se encargó del cuidado de los cinco mayores, prácticamente hasta un año o dos antes de acabar sus carreras. A los 15 años cuando tuve unas paratíficas, mi madre estaba en Targuist con mi padre y ella se quedaba con nosotros, me cuidó como si fuera mi madre. Son esas personas que pasan en su humildad y sencillez, haciendo siempre el bien y es bueno recordarlas como ejemplo de generosidad, honradez y fidelidad.Mis padres siempre tuvieron buenos amigos, todos los apreciaban, así desde los más humildes para los que siempre D. Blas y Doña Ángeles estaban dispuestos a escucharlos y tratar de solucionar sus problemas, como sus empleados -sólo recuerdo dos muchachas en mi casa la primera Ángeles que estuvo nueve años hasta que se casó y luego Trini- los respetaban y lo mismo eran, con los que amasaron grandes fortunas, como un administrador de D. Juan March, el banquero mallorquín, el señor Jorro (creo que era de Jaén) que lo tenía en gran aprecio, y que desde Maruecos le llevaba a D. Juan March los negocios de tabaco, y construyó una fabrica de cerillas en Tetuán y además compró una gran finca de olivos entre Jaén y Baeza.Recuerdo en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando las malas cosechas y la escasez de víveres; fueron tiempos de hambre y penuria, Marruecos no fue una excepción y mi padre para ayudar en Targuist a los más pobres posibles, compraba cada día todo el pan de cebada que podían vender las panaderías, que era el habitual que comían los indígenas de la zona -unas tortas grandes planas y de color oscuro- y con higos secos que abundaban en la zona, todas las mañanas socorría a los que en las largas colas ante la tienda, iban a pedir limosna. Les daba un cuarto de hogaza y un puñado de higos y así decía podían ir tirando. Recuerdo a uno de ellos, un chico de unos doce años, que lo llevaba a cuestas su padre, era un esqueleto viviente, como esos que vemos en algunos reportajes de África y se pudo salvar. Cuando murió mi padre, fueron muchísimos los marroquíes que fueron a darnos el pésame; un día se presentó un muchacho de unos diecisiete años, que lloraba desconsolada­mente era aquel niño que no sabía como agradecer que estuviera vivo por aquellos trozos de pan y los higos. El franciscano Padre Germán (luego obispo de Tánger) y el padre Juan iban cada semana a la huerta y volvían cargados de hortalizas y frutas.La vivienda en Targuist se encareció mucho después de terminada la Guerra Civil, con los numerosos batallones que aumentaron la guarnición; el problema era grande para las clases intermedias que estaban recién casados; uno de ellos era Maestro armero se llamaba Agustín y eran de Valladolid; estaban en la única pensión que había en una habitación, pero el sueldo no daba para tanto, era cliente de la casa y comentándole a mi padre su situación, mi padre le dijo que si quería, podría dejarle, la segunda vivienda de la huerta, que tenía dos habitaciones, una servía de dormitorio y el otro con cbimenea de cocina comedor, la ocupaban habitualmente algunos de los trabajadores moros Esail, pero se acababa de casar y vivía en la kabila. Se la ofreció gratis y mi padre la adecentó un poco, poniendo el suelo de cemento, antes era de tierra endurecida con cal, y encaló las paredes. Estaba a unos cien metros de la nuestra, sobre una loma que dominaba la huerta, el monte y el río. Allí se fueron los recién casados y tuvieron su primera niña, de la que fur mi madre la madrina; como era de esperar, todo lo de la huerta estaba a su disposición y ya se encargaban mis padres de que no les faltara nada. Años después en el 1962-63 en un programa radiofónico y televisivo -no sé si se llamaba "Reina por un día"- apareció esta familla que vivía en Barcelona, rogando si alguien podía darle noticias de nosotros. El Padre Juan que lo había oído, escribió y pudimos realizar el contacto conmigo.Recuerdo muchas cosas que van aflorando a medida que sigo escribiendo.Una de las familias con las que más intimamos y con las que he tenido contacto hasta que ha muerto este año, fue con el director médico del Hospital Civil, llamado Luis Ugarte Blondo, era vasco, bilbaíno y modesto -rara combinación-, un extraordinario profesional, que fue el que asistió a mi padre hasta que indicó, por la gravedad y para su mejor tratamiento, que lo trasladáramos a Melilla. Fueel alma mater en la que durante todas las vacaciones, mientras estudiaba Medicina, me las pasaba junto a él en la consulta; los casos interesantes que podían resolverse y me sirvieran de experiencia práctica; los hospitalizaba. Por la mañana era la consulta externa y por las tardes me explicaba y estudiábamos los casos de las enfermedades y enfermos vistos; le ayudaba en el laboratorio y en el quirófano para pequeñas intervenciones quirúrgicas. Sus clases eran prácticas, pues tenía una buena preparación y ojo clínico, consiguiendo, que en aquella especie de MIR que ahora existe, ya lo inició él hace sesenta años, aprendiera mucha medicina clínica y práctica, que me ayudó posteriormente a desenvolverme al terminar como si llevara años ejerciéndola. Por aquella época hubo una epidemia de tifus exantemático, el "piojo verde' que produjo muertes entre algunos médicos de la zona y ayudantes sanitarios; montaron un hospital provisional a unos 12 ó 15 kilómetros de Targuist para su tratamiento y para otras enfermedades infecciosas.Son tantas las cosas que puedo contar de mi padre y que afloran a mi memoria, que harían interminables estas notas. Mi gran pesar fue cuando estando yo enfermo, posiblemente me puse algunos días insoportable e imprudente y le dije algo -que no recuerdo- que le molestó y por primera vez en mi vida me dio un bofetón, del que se arrepintió de momento. Yo lo tomé tan mal que dejé de comer, sabiendo que con ello le hacía sufrir; mi madre y Trini me afearon mi conducta y lo mal que lo estaba pasando mi padre, por lo que empecé a comer; jamás me he perdonado aquello, y muchas veces he pedido perdón al Señor, después ya reconciliados comprendí que me había merecido por mi impertinencia, media decena de bofetadas. Desde niño y dada sus ausencias fue nuestra madre la encargada de corregir nuestras travesuras, yo era demasiado imaginativo, impulsivo y travieso, de forma que tenían que corregirme como me merecía, y a pesar de lo que dicen algunos colegas actuales, recibiendo un par de azotes en el trasero cuando era necesario, eso no me ha creado ningún complejo, y si he dado a mis hijo algún que otro azote, tampoco están acomplejados.Recuerdo que mi madre tenía una silla baja y una zapatillas con suela de goma y cuando hacíamos alguna barrabasada, nos llamaba a los culpables, se sentaba en la silla y nos daba unos azotes en parte blanda, y el que huía, sólo lo hizo la primen vez, pues si lo hacíamos 'cobrábamos doble', y esto me enseñó, pues en ello había cariño, por eso la he querido como a la mejor de las madres. Recordando alguna de ellas he visto que merecía el triple. Creo que en todos cuantos conocieron a mis padres, dejaron huellas; siempre se preocuparon por los demás y en su ejemplo trato de repetir lo bueno del mejor modo posible.

Cayetano Burgos Arias. Granada, 2010

A mi pariente Antonio Rodríguez Burgos

Ofrece lo que tienes, Dios ya sabe,
de ese amor que sin verse está escondido.

El Señor con su Cruz está contigo
y vuela en tus sueños como ave
que en ti se sustenta y halla su nido.

Las palabras que dices sin sonido,
son besos que se escapan, son suspiros,
son un contemplar en la tierra ese su cielo
y en ese contemplar se hace consuelo,
que te hace estar con ti estando vivo.

Es diálogo mudo, silencioso, sin testigos
en que la voluntad se rinde sosegada,
en una vida de amor que así entregada,
hace de Jesucristo Dios y Amigo,
que te eleva a lo alto, de la nada.

Es alegría de darle lo que tienes,
y en ese navegar por las alturas,
hallas la paz y en ella la dulzura,
de saber que a ti te dará lo que conviene,
y en medio del mundo en su locura,
encuentras la alegría del que a ti viene.

Nunca una madre se olvida de su hijo,
y el alma que cristiana en Dios confía,
siempre hallará su casa y su cobijo,
y en ella te esperará junto a María,
que Ella vela, con su Hijo, por sus hijos.

Cayetano Burgos Arias
Granada 16 de marzo del 2010

5. Historia de Casado Burgos 

Antonio Casado Burgos fue administrador de Camila Corpas Cobo, su cuñado Manolico Burgos dejó una herencia a Trinidad y a Leonor y a unos primos que vivian en Madrid (Antonio Frigols Saavedra) y a sus hermanas (Rosario y Milagros) que vivían en Córdoba. Al morir Angustias, después de su hermano Manolico, tenían puesto el capital de un hermano a otro, no sirvió el testamento de él y heredaron todos los sobrinos. El juicio duró siete años y durante este las tierras las llevo en arrendamiento Antonio Casado Burgos. Cuando terminó cada sobrino se llevó su parte.
Antonio Casado Burgos se casó con M Dolores Delgado, tuvo 8 hijos, 13 nietos y 17 biznietos al día de hoy. Los hijos le ayudaban a trabajar las tierras del cortijo del Genil. Francisco el mayor, Antonio el mediano y Joaquín que con doce años era el casero (que cocía la olla). La madre se quedaba en el pueblo para que los otros hijos fueran al colegio. Amelia, la hermana mayor ayudaba en casa con los hermanos pequeños y era la encargada de amasar el pan, que se cocía en hornos de ramas de olivo. Como era mucha familia se gastaba mucha harina, esta estaba racionada por persona y familia, este racionamiento se llamaba "maquilera" que consistía en cambiar cierta cantidad de trigo estipulada según número de familia por harina y nuestra familia como éramos muchos y jóvenes se acababa antes de cumplir el año, y entonces en un molinillo de moler café había que moler el trigo que faltaba, como esto era un trabajo pesado se hacía por turnos y ayudaban todos los hermanos. Unos de ellos se dedicaron a la agricultura, el mayor se fue a Madrid, para que sus hijos tuvieran otra educación y el más pequeño se hizo zapatero, todos los hijos de ellas han recibido educación universitaria.
Los padres de Antonio Casado Burgos, eran Francisco Casado Rodríguez y Patrocinio Burgos Ortega, la cual quedó viuda muy joven y crió a sus cinco hijos: Manuel, Sacramentos, Amparo, Antonio y Francisco sola pasando las dificultades de la época. Los mayores se casaron, y Antonio y Francisco hicieron la mili participando en la guerra de África.
Patrocinio mientras vivió, estuvo con su hijo Antonio, y vivieron siempre en la calle Luis Aguilera y Coca n 44 (conocida en el pueblo por Riverilla).
Sacramentos se casó y se quedó a vivir con sus padres. Estuvo con ellos siempre y los estuvo cuidando. Tuvo dos hijos y estuvieron los abuelos criándolos hasta el fin de sus días. Murió el abuelo antes y la abuela murió cuatro años después, también con nosotros y los cuidé a los dos, mientras vivieron, muy bien. Mientras vivieron esta era su casa y cuando murieron yo me quedé con ella.
He criado a mis dos hijos, les he dado sus carreras, los he casado, y ahora vivimos los dos solos. Mis hijos están fuera. El mayor, Rafael, está de Profesor en la Universidad de Jaén y Benito está también de Profesor en la Universidad de Alcorcón (Madrid). Rafael tiene un hijo y Benito dos mellizos. Un saludo muy especial de la familia y descendientes de Antonio Casado Burgos.
Sacramento Casado Delgado.
Porcuna, 2010. 


6. FAMILIA BURGOS ORDÓÑEZ

Refiriéndome a mi abuelo, Pedro Burgos Alcalá, diré que le conocí hasta que yo tuve 15 años. Era carpintero. Mandaba a los nietos al Cerro de la Torre Salvar a cortar matas de chaparro para hacer palos de sillas, pinchos para las gavillas, y otras cosas para la labranza. Murió con muchas penalidades y miserias. Tenía 7 hijos. El y su hijo Eloy trabajaron para las Angosturas haciendo de barrenistas, a base no de dinamita sino de pólvora, en los tiempos de la República.Su hijo Eloy Burgos Ordóñez y su mujer Mercedes (mis padres) vivían en la misma casa adonde habían traído al abuelo ya viudo y a la abuela de la madre. Tuvieron 10 hijos,Su nieto que soy yo nací en 1931 y con nueve años iba con dos cabras propias y las del rebaño de la familia Usano de Priego, que tienen un cortijo en Azores, llamado Pedrajas. Ganaba 3 pesetas al mes, la comida del día y la leche de mis dos cabras, y era el año 1940. En el año 1944 o el 1945 murió D. Rafael, el dueño de Pedrajas, y antes ya con 15 años le llevaba andando cada día 30 litros de leche a hombros a su casa, que tiene dos columnas torneadas, junto a la Iglesia de S. Francisco; y así durante dos años.A los 18 años (1949) cambié de trabajo y me hice picapedrero. Esta grava sirvió para las carreteras del término de Priego, que se habían hecho cuando era Ministro de Fomento Niceto Alcalá-Zamora. Después en 1950 me fui a plantar y segar arroz en las fincas de El Puntal y Alfonso que eran de unos valencianos. Esto uno o dos años antes de irme a la mili. En la mili estuve de asistente del comandante del Río Fernández. Vivía en la calle Mateos Gago de Sevilla y en su casa servían María Burgos González y su hija ¿Carmela? Tenían un niño de unos 10 años que se llamaba Antonio. En 1955-57 estuve en Montjeu (Barcelona) y en sus Redondelas en la hacienda El Torral, sacando patatas, maíz y trabajando con trilladoras y tractores. En 1958 me casé y en 1960 me fui a Francia a trabajar cerca de dos años en una Fundición y durante 4 años en el campo (remolacha, principalmente). Entre 1968 y 1975 estuve trabajando en los ferrocarriles de Alemania. Entonces yo le enviaba dinero a mi mujer y mi mujer criaba a los hijos.Después de volver a Castil de Campos, y estar un año descansando, me fui con la familia a Comarrugo (Tarragona) para trabajar de friegaplatos en la Hostelería. A mi hijo Antonio no se le dieron bien los estudios y con 15 años empezó a trabajar en la hostelería. Pedro también hizo estudios básicos y se dedicó a la hostelería. Araceli también se ha dedicado a la hostelería. Todo esto en Tarragona. En 1991, con 60 años, me jubilé y todos volvimos a Castil de Campos donde compré un terreno frente a la Iglesia y construí la casa donde vivimos.Entonces mis hijos trabajaron en la hostelería de Mallorca. Antonio lo alterna con la labranza de las tierras.

Pedro Burgos Alcalá. Castil de Campos, 2010.


7. FAMILIA DE MANUEL MIGUEL BURGOS SERRANO

La historia de nuestra familia comienza con el nacimiento de mis padres, Félix y Dolores, ya que de la historia de mis abuelos no puedo contar mucho debido a la muerte temprana de mi abuelo, Manuel Miguel Burgos Herrador, el cual murió cuando mi padre tenía la edad de 20 años. Mi abuela, Benita Delgado Casado quedó viuda y debido a ello se fue vivir con mis padres, teniendo bajo su cargo a cuatros hijos: Félix, Anatolia, Francisco y Manuel, los cuales tuvo que sacar adelante ella sola. Anatolia tuvo dos hijos, Ascensión y Manuel Maria. Francisco llegó a tener cuatro hijas, Dolores, Manuela, Antonia y Emilia Pilar. Manuel se quedo soltero. Y mi padre, Félix, tuvo cinco hijos, Consuelo, Eulalia, Félix, Juan Antonio y yo, Manuel Miguel, que soy el mayor.
Cuando terminó la guerra, los tres hermanos de mi padre se marcharon a Linares (Jaén), en cuya localidad iniciaron una nueva vida, y gracias a Dios pudieron obtener una posición acomodada dentro de la sociedad de la época. Un hermano abrió una pensión llamada "Pensión Burgos" y otros dos un restaurante. Volviendo a la historia de mi abuela vivió entre Linares y Porcuna ya que estaba muy unida a sus hijos. Mi padre, Félix, fue el único hermano que se llegó a quedar en Porcuna, teniendo como único patrimonio una yunta de mulos, con la cual se ganaba la vida trabajando en el mar de olivos que rodea la localidad, pero por desgracia en plena guerra una bomba nos sorprendió a mi padre y a mi, de la cual pudimos escapar antes de su explosión, pero no pudimos salvar la yunta, lo que significó perder el modo mediante el cual se ganaba mi padre la vida y sustentaba a su familia, la que venia siendo cada vez mas numerosa, ya que en ese momento mi madre había traído al mundo tres hijos. Con este contratiempo de por medio mi padre tuvo que buscarse de cualquier forma la vida para poder sacar adelante a su familia por lo que terminó trabajando de ayudante de camionero, lo cual hizo que a mi padre le bajara la autoestima y perdiera la alegría, ya que su felicidad era plena cuando se encontraba en el campo trabajando la tierra, llevándole a comprar una mula en el momento que se lo pudo permitir. 
Con mucho trabajo y esfuerzo a lo largo de los años y con la ayuda de mis hermanos y mía conforme íbamos creciendo fuimos obteniendo una situación económica notable lo que llevo a conseguir el bienestar de la familia. Mientras tanto todos mis hermanos y yo nos mantuvimos en el pueblo de Porcuna, excepto mi hermano Félix que tras casarse se instaló en Madrid, ya que a el no le gustaba trabajar en el campo como al resto de sus hermanos, y una vez en la capital, estudio enfermería trabajando hasta su jubilación en la clínica Santa Elena de Madrid. Mis hermanas, mi hermano Juan Antonio y yo, ya que seguimos en el pueblo y nos gustaba el trabajo de nuestro padre, continuamos con su misma profesión. Entre los 18 nietos, dos de ellos han continuado con el oficio del abuelo, y en cambio el resto han seguido por distintos caminos, llegando a trabajar en la administración pública, unos obteniendo distintos títulos universitarios, otros llegan a tener su propio negocio hostelero y otros su propia empresa, etc. 
Esta familia, la Burgos Serrano, puede llegar a estar orgullosa de sus raíces y de la unión que existe entre sus componentes, ya que el contacto entre todos nosotros es muy constante y nunca se ha llegado a perder, pero no solo eso, sino que existe un gran cariño dentro de toda la familia que hace que anualmente nos reunamos todos en una propiedad de un nieto para llevar a cabo un día de convivencia donde entre todos se realiza la comida popular del pueblo, "unas migas", además de contar con el arte de la familia lo que nos lleva a vivir uno de los mejores día del año entre baile y cante, pero lo más importante es que ese día nombrado entre la familia como la "Junta de los Cocinicas" es uno de los más esperado por todos nosotros a lo largo del año.

Manuel Miguel Burgos Serrano. 
Porcuna, 2010 

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